¿Es justa una sociedad con clases sociales?
Esta es una pregunta que, a diferencia de las otras tratadas en este blog, cuenta no solo con una marcada relevancia en el terreno filosófico, sino también en el ámbito político. Han sido muchos los intelectuales que se han dedicado a reflexionar acerca de esta cuestión, y la falta de una solución definitiva que la clausure se puede comprobar en el variado panorama político de hoy en día, cuyos miembros no comparten, para nada, una visión común de las diferentes clases sociales. A nivel histórico conviene destacar el pensamiento de Platón, que consideraba justa una sociedad dividida en marcadas clases sociales, ya que esta era la que garantizaba un buen funcionamiento de la sociedad. Establecía así cierta identidad entre el concepto de justicia y de funcionalidad. También hay que resaltar la contribución de Marx, que consideraba injusta la división de la ciudadanía en clases sociales, y trataba de abolirlas. Este último autor ya no abordaba el concepto de justicia de una manera tan ligada al de funcionalidad, sino de una manera más parecida a la actual. Hoy en día entendemos que algo o alguien es justo cuando otorga a cada uno lo que se merece, y eso era lo que Marx también entendía por justicia. Como creía que todos los hombres éramos fundamentalmente semejantes, a todos nos correspondía lo mismo, y por tanto las clases sociales que diferenciaban el acceso a los medios de producción no deberían de existir en una sociedad justa. ¿Es, si quiera, una sociedad con clases sociales necesaria ?
Para empezar expresando mi punto de vista me gustaría recalcar desde el principio que considero fundamental la división de la sociedad en clases sociales. Principalmente porque es vital para la convivencia, que a su vez es esencial para el pleno desarrollo del ser humano. Convivir es muchas veces callarse, obedecer, subordinarse. Si todo el mundo tuviera la plena libertad de hacer lo que quisiera, sin tener que rendirle cuentas a nadie, viviríamos en una anarquía en la que no se podría establecer un necesario código moral a seguir. A quien tenemos que subordinarnos muchas veces lo determina la clase social a la que pertenezcamos, en la que actualmente se nos posiciona en función de lo virtuosos que seamos en nuestro oficio, expresado en función del dinero que hagamos. Personalmente, no me parece un mal criterio de ordenación de la sociedad. Favorece a que los mejores tengan más poder, impulsando el desarrollo de la sociedad (en esta parte concuerdo con Platón). Además, posibilita la ambición, dada la capacidad que teóricamente se presenta para promocionar entre clases sociales. Esto no ocurriría en el modelo de Marx, en el que a todos se nos metería en el mismo saco, considerando como iguales personas realmente muy diferentes y con distintos potenciales, y oprimiendo, por tanto, a los que logren destacar.
Ahora bien, una vez aclarado que es necesaria la división en clases sociales, conviene preguntarse si esta división es justa. Personalmente considero que no lo es. He mencionado que se nos clasifica, solo teóricamente, en función de lo virtuosos que seamos en nuestra ocupación. Esa virtuosidad, para mí, queda determinada por dos factores: una parte innata e involuntaria, que es el talento natural; y otra parte "supuestamente" voluntaria, que es el esfuerzo y trabajo que cada uno esté dispuesto a imprimir en esa tarea. Cuanto más se tenga de los dos factores, naturalmente, mejor y más virtuoso se es en algo. Ahora bien, creo que ni siquiera la parte voluntaria, la del esfuerzo, es realmente voluntaria. Uno está siempre determinado por su educación, por su personalidad innata, factores que no dependen para nada de nosotros, y son principalmente estos factores los que determinan nuestra voluntad y capacidad de esfuerzo. Si en la familia de un niño no se desarrolla el valor del esfuerzo (bien por cuestión de educación o de genética forma de ser), ese niño (que no tiene la culpa de pertenecer a esa familia), no será capaz de desarrollar uno de los factores fundamentales que influyen en lo virtuoso que será en su labor. Así, si además no cuenta con talento innato, la persona, sin que nada pueda hacer, no será lo suficientemente hábil en su labor y se clasificará teóricamente en una baja posición social, con menor margen de acción para muchas cosas.
En conclusión, la división de la sociedad en clases sociales es necesaria, pero injusta, ya que nuestra virtuosidad y lo buenos que seamos en algo, que es el criterio de clasificación de las personas en las diferentes clases, no depende de nosotros, y por tanto, se nos acaba dando una posición social con unos privilegios o una escasez que no merecemos, porque no hemos contribuido voluntariamente a nuestro desarrollo en ningún momento. Todo quedaría, por decirlo así, determinado en el momento en el que nacemos, en función de nuestro ambiente que nos rodea y nuestra condición genética. Y la suerte de haber nacido con unas buenas condiciones iniciales no me parece motivo suficiente que justifique la posición de unas personas sobre otras en las diferentes clases sociales. Pero reconozco que esta injusta distribución es el precio a pagar por una esencial convivencia, y no se debe, por nada del mundo, tratar de encontrar solución con teorías comunistas y utópicas.
Bien Sergio, no simplificas el problema y argumentas correctamente.
ResponderEliminarSaludos